sábado, 19 de marzo de 2011

¿Energía no_clear? (episodio 1)

Mi sensación, como pronuclear declarado, es que Fukushima ha sido una oportunidad perdida. Una oportunidad para demostrar que la industria nuclear y los científicos pro-nucleares están (estamos) realmente comprometidos con la seguridad y el bienestar, con el desarrollo y el progreso. No era el momento para el optimismo ingenuo ni el oscurantismo.

Aun reconociendo la delgadez de la línea que separa el alarmismo innecesario del pesimismo práctico, me siento más cercano a la posición de los expertos franceses que a la de los nipones: es siempre mejor ponerse en lo peor e ir mejorando, que dar la sensación permanente de que te obcecas en no aceptar el riesgo real.

Tal vez lleven razón los que piensan que es imposible rebatir cada opinión infundada, cada bulo, pero lo cierto es que en un estado de opinión, dejar que los movimientos antinucleares propaguen como ciertas lo que, en el mejor de los casos, son solo medias verdades, es renunciar a dar la batalla de la razón. Y si esta actitud es lamentable en cualquier caso, lo es más cuando los datos objetivos y el análisis racional están de nuestro lado.

Pero, ¿a que riesgo nos enfrentamos con el accidente que en estos momentos tiene lugar en Fukushima?

La intervención del profesor Eduardo Gallego en el programa 59 segundos, el pasado miércoles 16 de marzo, es un ejemplo de sensatez y conocimiento (minutos 37 a 70 del video).

El accidente de Chernobyl (cuyas consecuencias han tenido un exhaustivo seguimiento por el Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica , o United Nations Scientific Committee on the Effects of Atomic Radiation, UNSCEAR,  que publica sus conclusiones sobre el accidente como parte del informe periódico de este organismo) significó la trágica muerte de 21 personas a causa de la exposición a la radiación, y lesiones graves que requirieron atención médica en otras 180 personas, entre las cuales siete desarrollaron algún tipo de cáncer (el informe debe actualizarse periódicamente por la latencia de estos efectos no deterministas y a largo plazo). Todas estas personas eran miembros de los equipos de emergencia que intervinieron en los primeros momentos. ¿Y entre la población general?. El principal efecto observable es una tasa de incidencia de cáncer de tiroides en niños (de 4 por millón a 100 por millón). ¿La razón?... la emisión contenía muchos isótopos distintos, algunos emisores alpha muy peligrosos si se inhalan o ingieren. Pero una cantidad muy importante de la emisión son isótopos de iodo radiactivo, entre los cuales el más peligroso es el iodo 131 por su mayor vida media (8 días, lo que significa que irradia durante más tiempo que otros isótopos del iodo, y deposita una mayor dosis en el organismo contaminado). Y ese iodo, cuando se ingiere o inhala, pasa al torrente sanguíneo, y a través de la sangre viaja hasta la glándula tiroides y allí se queda, porque el tiroides tiene una gran afinidad por ese elemento químico, lo almacena y no lo elimina. Pero ¿como llegó el iodo radiactivo al tiroides de esos niños?, pues a través, principalmente, de la ingesta de leche contaminada de vacas, que habían pastado hierba contaminada en los días inmediatamente posteriores al accidente. Si esa leche no se hubiera consumido durante algunos meses, y se hubiera apoyado esa medida con la ingesta de pastillas de iodo no radiactivo (lo que hubiera saturado el tiroides de los niños evitando que se fijara el iodo ingerido o inhalado), la incidencia de cáncer de tiroides se habría reducido notablemente. En la mayoría de casos estos cánceres de tiroides fueron tratados y curados.

¿Y otros efectos?... pues a pesar de que la contaminación afectó, en mayor o menor grado, a un número enorme de personas (115000 evacuados, 600000 ciudadanos en la región, 7 millones en los paises afectados), la incidencia de cáncer sólido no muestra un incremento medible (a excepción del de tiroides, ya comentado). Tampoco la leucemia.

A pesar de ello, los modelos de proyección (modelos teóricos construidos sobre los datos de seguimiento de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki) estiman un incremento de riesgo de cáncer sólido y leucemia que equivaldría a un valor final (es decir, a lo largo de toda la vida de las personas expuestas) de 4000 muertes prematuras entre las seiscientas mil personas más irradiadas, y otras 5000 entre los 7 millones de personas que forman el segundo grupo, menos expuesto. Insisto: a lo largo de toda su vida. Esto significa un incremento de riesgo acumulado a lo largo de la vida del orden del 5% para el primer grupo y del 0.5% entre el segundo grupo. Dicho con otras palabras, donde se esperarían 100 muertes por cáncer se observarán 105 y 101 respectivamente. Y este porcentaje se reduce si atendemos al número de años de vida perdidos.

Es interesante cuantificar, aunque sea groseramente, cuantos años de vida perdidos significan estas muertes prematuras, pero no es sencillo obtener este dato, pues depende de la distribución en edad y la expectativa de vida de la población antes de la exposición y de modelos de proyección en el tiempo que no son fáciles de interpretar. Si consideramos 75 años de supervivencia media, una pirámide poblacional estándar (edad media en el momento de la exposición de 40 años) y un acortamiento medio de 10 años por cada muerte provocada por la exposición, la pérdida de años de vida significaría un total de 50000 años de vida sobre los 27 millones de años de vida que sumaría la población expuesta, es decir, un 0.25% de años de vida perdidos (1 año en 400), para el grupo de población más expuesto, y 0.025% (1 año en 4000) para el menos expuesto. Son cuentas estimativas, no excesivamente precisas, pero dan una idea del nivel de riesgo del que hablamos.

No hablaré en esta entrada de las ventajas de las nucleares. Lo más urgente hoy es difundir, con la mayor transparencia posible, cual es el riesgo real de las radiaciones, excesivamente sobrevalorado en el imaginario de la población. Rebatir, con los datos disponibles, las exageraciones o las simples falsedades, o los desmadres de algunos políticos y periodistas, desinformados o, sencillamente, aprovechados.

En el debate nuclear los únicos interesados en la falta de transparencia y veracidad deberían ser los antinucleares, pues los datos no avalan sus argumentos. Solo la transparencia y el conocimiento riguroso podrá vencer, algún día, el miedo atávico a la energía nuclear.

2 comentarios:

  1. un poco de luz

    http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/03/21/noticias/1300701492.html

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  2. Pues leido y vistos los enlaces aun no se que decir...el factor de esperenza de vida era en la URSS de 62 años para hombres y 65 para mujeres...ha mejorado un poco ..no mucho...y no será debido a Chernobyl...y tambien ha mejorado levemente la tasa de mortalidad infantil.Sin embargo en mis años de visitas continuadas a la zona afectada , noté entre otras cosas que los mosquitos eran como los MIG, y sus picadura producían dolor y una hinchazón inmediata que los habitantes de la zona, ya inmunizados, achacaban a la radiación...Tu opinión es interesante por cuanto es la de un experto pero, repito, me sigue generando dudas este asunto.Por cierto el aumento de cancer de tiroides en la población infantil es un hecho incontestable.
    Gracias amigo.

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